Cómo llegué a un Skoda

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Mac Gyver
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Cómo llegué a un Skoda

Nota por Mac Gyver »

Elegí el nick de Mac Gyver, pues a mi padre y a este personaje, saqué la afición a sacar adelante los atrolladeros y desafíos que presentan el reparar cosas.

Elegí un camino diferente por alguna de esas cosas raras del ser humano, para mi desempeño en la sociedad, que es el área de la salud, pero el "MacGyver" que llevo dentro nunca murió, aunque estuvo agónico.
La historia de cómo volvió a resucitar, es gracias a Rogelio.
Así fue que conocí en persona la marca. Cachaba de antes Skoda porque me gusta la historia. Skoda empezó fabricando bicicletas, luego motos, y luego tanques y armas, para volver a los autos. Uno de esos autos cayó en mis manos, pero al final, resultó ser un tanque.

Egresé el 2016 de mi carrera, y siempre quise tener un auto. La situación de mi familia vino cada vez a menos desde el 98, y si pude estudiar, fué gracias a un talento que me dió Dios, y que me permitió conseguir una beca. Durante esos años en que la economía de la casa se fué cada vez a peor, el otrora auto de la familia (un Hyundai), cada vez se vió más restringido a circular, y con ello se acabó una parte muy importante de lo que había sido mi infancia, que fueron los viajes.
Ad portas de egresar, sintiéndome un anciano mentalmente, añoraba volver a recorrer paisajes que no visitaba hace unos 20 años incluso.
Para ello necesitaba mi primer cacharro.

Me costó.

Había que compatibilizar los turnos, con el proceso de ir a ver un auto. Claramente, la mayoría de posibles autos, se me fué de las manos teniendo el dinero en las manos, porque nadie tenía muy tentadora mi oferta de esperarme dos días (los que trabajaba), para ir a ver un auto.

Primero buscaba un Lada. Quería algo que pudiese reparar yo mismo, y un vehículos soviético, respondía a esa filosofía. Al final, tras comprobar el paupérrimo estado en que se matienen hoy los Lada, simplemente me lancé a “lo que viniera”.
En noviembre del 2016, encontré a un sujeto que salía del común, y que me cayó bien, y caballerosamente aceptó la condición de esperarme dos días sin vender el auto (la mayoría de gente anda desesperada y vende el auto al primero que aparece con cash), y saliendo del turno, fuí a conocer al que sería mi primer auto, y casi, el primer hijo. Ese que te da grandes satisfacciones, pero que a ratos, quieres arrojar por un barranco.

Era un Skoda Favorit del 95, rojo, una joya.
Bien de motor. De carrocería. Casi de todo, excepto un problema que sigo lidiando hoy, que es la palanca de cambios, que el dueño anterior modificó para hacerla más "eficiente" en carreras (tengo entendido que la original era muy larga), pero que requiere de mucha precisión para no engranar la tercera en la quinta (dejó la palanca muy floja).
Todo bien, recorrimos 5000 km sin fallos, y demostró ser un buen producto de la filosofía del bloque del Este. Robusto, económico, fiable, a prueba de campesinos. Rendimiento, 24,3 km por litro en carretera.

Recibió bautizo también: debido a su color rojo, no le quedó otra que llamarse “Rogelio”.

Recuerdo que al llegar con él a mi casa, mi madre dijo: "a ver de dónde vai a sacar repuestos".
Mis primeros problemas, vinieron de dos puntos:
1.- El auto tenía un soporte de motor tan, pero tan bajo, que estaba como a 5 cm del suelo, y golpeaba hasta si encontraba una hormiga en el camino.
2.- Lo compré con el escape roto.

Soldaron el escape, y anduvimos muy bien, casi olvidé que un auto daba problemas, y mis temores de no tener repuestos, ni mecánico, parecían no tener por ahora, dónde acogerse.

Y vino la primera pana a los 3 meses, un día de viaje con mi polola en el litoral, el auto empezó a indicar temperatura en rojo. Lo apagué de inmediato. Es curioso, pero esa misma noche soñé que el electroventilador no funcionaba, fué de esos sueños que no recuerdas hasta que algo pasa. Sin pensarlo y decir nada, abrí el capó, y me tiré al ventilador de cabeza.

Como les dije, mi MacGyver interno, casi no vivía. Dejé que el auto se enfriara, y me dieron ganas de arrojarlo por un barranco por primera vez, y pensé en el retorno. Y que "Rogelio", nos había jodido el viaje.
Al echarlo a andar de nuevo, empezó a ganar rápidamente temperatura.
Pero pensé que al ser un motor pequeño, si mantenía velocidad, podría enfriarlo por aire. Así que acelerando lo justo para mantener los 50kmh, y tratando de seguir por impulso, en neutro, se logró mantener estable en el 50%.
Llegando a casa de los tíos de mi polola, recordé las palabras maliciosas de mi vieja. Pensé que efectivamente, dónde diablos iba a sacar un electro.
Mi polola en el camino me había hablado de un lada que tuvieron sus viejos en Iquique. Un 2104, y contó que quedaron tirados en el desierto, por fallo del ventilador, pero que recordaba que pasó un Jeep de Carabineros, y con un cable hicieron funcionar el electro.
Pensé "bueno, si el maldito ventilador funciona, irá a responder si le conecto a la batería".
La tía de mi polola sacrificó para la causa una lámpara, y me preparé a conectar el electro a la batería... y ronroneó alegre, y me hizo feliz a mí también. Pensé luego que algo entre la batería y el electro no funcionaba. Así que seguí con lo más inmediato que veía, que era el sensor del electro. Bingo. Conecté en esa parte un fusible de 15, y anduve un buen tiempo con el ventilador directo.
En este punto empezó el auto a echar humo, y a tirar el olor extraño. Ahora entiendo, que debí quemar la empaquetadura y aflojar una que otra unión.
Pero a pesar de todo, el auto siguió andando.
Me asustaba el hecho de que nadie cachara la marca Skoda.
¿Quién diablos lo iba a arreglar si quedaba en pana?
Seguía con el ventilador directo, sin atreverme a llevarlo donde un mecánico, pues temía a la deshonestidad, y a que me terminaran provocando más fallas.
Un día, recordé que el antiguo dueño me dijo: "en Indra tienes repuestos baratos".
Me armé de valor, y pensé en que yo originalmente había solicitado a la Voluntad Divina un auto simple, que yo pudiera reparar, y pensé que tal vez había que asumir lo que había solicitado.
Fuí a indra, y ni siquiera sabía el nombre de la pieza que necesitaba; al llegar a la puerta, veo en vitrina la misma pieza que era para Lada, y aprendí que se llamaba "bulbo". Lo pedí, y me salieron menos de 5 lucas.

Volví a casa, y lo reinstalé.
Salí a dar una vuelta... y la temperatura se elevó, sin que nada se activara.

Fué un duro golpe. Pero algo me impulsó a pensar que se me iba un detalle. Una rápida lectura en internet, me reveló que el electro, estaba controlado por un interruptor (bulbo), y un relay de control.
Hacía poco había comprado un voltímetro, e intuitivamente, sabía que un relay bueno, daba cierta lectura entre sus contactos.
Saqué uno por uno los relays, y uno de ellos, fué el único que daba una lectura diferente por mucho (era de decenas). La verdad, nunca supe exactamente qué medía, era una mera observación.
Puse a andar el motor, y la temperatura lleguó al 60%... y el electro anduvo.

Me envalentoné con el éxito, así que cada vez que me pagaban, iba a Indra. Mentalmente, estaba arreglando el motor, y juntaba las piezas. No miento en decir, que me eché 300 mil en puras piezas nuevas. Todas iban quedando juntas en una pieza de una casucha en la parte trasera, y pensaba que esperaban el gran día, en que o yo aprendiese, o apareciese un buen mecánico.

Hasta ahora yo seguía teniendo miedo al auto. Lo amaba y odiaba a la vez... ahora de repente también, pero antes era más el temor.
Tenía miedo de algunas cosas, pero no me atrevía a checarlas, por el manso cacho que me iba a echar encima.
Pero me animé, y decidí cambiarle pastillas, cuando empezaron a sonar.
En youtube aprendí, y fué fácil... pero no fué algo excento de problemas.

Alguien me dijo, que cuando tienes alma tuerca, el primer auto, es como tu primer amor.
Y no se equivocaba. Nada más subirme, "sentía" que el auto estaba raro. No me llevó mucho comprobar que el auto se estaba frenando solo.
Con un viaje con mi polola encima, in situ, decidí a instanias de mi suegra, ir donde un "experto", un mecánico haitiano.
El sujeto desmontó el freno entero, dijo algo que no entendí, y que #estaba muy apretado el caliper", y "no podía ayudarme porque tenía mucho trabajo". Mentalmente lo maldije. El muy !"#$%&& dejó todo tirado, mientras se iba al otro auto a seguir su trabajo, sin siquiera armar lo que desarmó.
Mi suegra no hallaba dónde meterse, pues mal que mal, yo no quería ir al mecánico, y ella me presionó, temiendo por la seguridad de mi polola.
Enrabiado, pesqué las herramientas, y empecé a montar las piezas.
Mi suegra, muy estresada por naturaleza, comenzó a andar alrededor mío, y a repetir oraciones (es decir frases con sujeto y predicado) bastante escatológicas como "pero si tú no sabes", "en los frenos está la vida", y otros, que no hicieron más que enrabiarme más a dejar todo como antes.

No bien tomé la pastilla, noté algo: la pastilla tenía una placa metálica atrás, que se podía retirar. Por contraparte, las pastillas que le había sacado, no tenían ese metal. Era clarísimo; esa era la causa de que estuviese frenándose.
Mientras armaba, el negrito (no es discriminación, sólo quiero hacer más amena mi historia... nunca he sido muy profesional ni formal para expresarme) se acercó, y me dió una recomendación que luego lamenté seguir. Me dijo que pusiera grasa en el cilindro. Le puse grasa, y fin. Partí al otro lado, y saqué la placa que generaba el problema.

A estas alturas mi suegra había cambiado su discurso, y decía que era inteligente. Total, hice lo que yo creía (más adelante lo aclararé) era el purgado, y nos fuimos.

Nuevamente sentía y notaba el auto raro. Los frenos estaban diferentes.
Hice el viaje así, y habré intentado en el camino arreglar los frenos no menos de 10 veces.
Aún así, el auto se comportó aceptablemente.
De vuelta en Santiago, decidí consultar con un amigo que aún no egresaba de mecánica, y le conté la historia. Sólo se rió, y dijo “Sos hue***, la grasa en el sistema de frenos se comprime por la presión, y por eso el freno se pone esponjoso”. En este punto me dio más pena que rabia, pues vino a mí un cuestionamiento ético: ¿cómo diablos es posible que haya gente que ejerce un oficio, y no es consciente que de sus malas acciones, o faltas de conocimiento, pueden peligrar vidas?.
Desarmé por segunda vez el sistema, y eliminé lo más que pude de grasa, que se había vuelto, producto de la presión, en una masa compacta como de goma. El freno estaba duro, y yo feliz. Pero la alegría no duró ni 5 minutos.
De vuelta a casa de donde el amigo que prestaba herramientas, el auto dejó de frenar.
Me bajé, y verifiqué dos catástrofes:
1.- El caliper por algún motivo estaba abierto, su pasador no cerraba.
2.- La manguera estaba rota.
Y empezó otro vía crucis.
El origen de todo, fueron dos errores: primeramente, soy algo bruto, y recordé que al apretar las tuercas, una sonó “tunc”. Había rodado una parte que supuestamente era “inrodable” según mi amigo mecánico, y en segundo lugar, al conectar la manguera, debido a que las apernaduras eran iguales, conecté la manguera donde iba el niple de purga, y el niple donde la manguera. Como el niple está adelantado, la manguera al hacer la curva topaba la llanta en esta posición errada, por lo que al girar la misma, se laceró. En adición, con tanto apriete y soltar usando una llave china, el niple perdió el hexágono, y quedó redondo. No lo pude sacar sino con la ayuda de un tornero amigo de mi viejo.
Eran las 22 horas, así es que al otro día, partí casi corriendo a Indra… pero no, no habían piezas. Casi me voy de espaldas, y mi vieja, fatídica, aparecía en mi cabeza diciendo “no sé de autos, pero yo te lo dije” (típico, las viejas lo saben todo, aunque no sepan).
Lo más que pude, fue encontrar un pasador de un Volkswagen Golf del año de la pera, que era parecido en algo…
Pasaron 3 días, y era la pana más larga hasta el momento, pero la más estúpida de todas, y era culpa mía. Tres días pasaron; tenía turnos entremedio, eran días perdidos para buscar piezas.
Estaba en el Hospital, cuando recordé que había un Felicia tirado cerca de mi casa. Llamé por teléfono a mi amigo futuro mecánico, y le pedí la paletiá de averiguar si me vendían piezas.
Me contó de vuelta que el Felicia lo vendían entero, pero que “conocía a un loco en población X, que tenía un auto igual al mío, afuera de la casa”.
Salí del hospital, y me junté con mi amigo.
La población en cuestión, antiguamente fue un campamento ubicado en otra comuna, que algún presidente reasentó en un peladero cuando mi comuna era campo. La población era y es famosa por ser punto de venta de pasta… pero qué diablos, ¿no?
Partimos a esa población.
Mal lugar. En cada esquina había un grupo de personas que nos miraba, y mandaba un chiflido a los de la otra esquina. Estaban avisando de nuestra llegada. En esos momentos agradecí que mi amigo fuera fanático de los Lada.
-Lo bueno de ir en un Lada, es que por acá pasamos piola –le comenté a mi amigo Eduardo.
-Seee, un lada no llama la atención… al menos por acá, porque en otros lados das lástima y si te abren el auto, hasta te dejan 10 lucas –contestó jocoso.
Llegamos al lugar, y veo un Forman roñoso, abandonado.
Nos bajamos, y se acerca un sujeto:
-¡Oe! ¿A quién buscan?
-Vinimoh a donde el Lucho (nombre ha sido cambiado) a comprarle piezas del auto –le contesta mi amigo, adaptando el lenguaje al entorno para pasar piola.
-¡Dale! –contesta el tipo, y a modo de heraldo, el mismo grita hacia el segundo piso de la casa en cuestión- ¡Lusho! ¡Vinieron unoh “amigoh” a buscarte! (¡Vaya! Parece que pasamos los controles, y ya éramos “amigos”. Mejor eso que ser abono…)
En el marco de la ventana se asoma Luis y dice:
-¿Qué queríh?
-Tengo un auto igual que el tuyo –le digo- y no puedo encontrar piezas.
-¿Qué necesitai?
-Las mangueras del freno.
Lucho seguía desconfiado:
-No te van a servir nah, tienen muchos años.
-Da lo mismo, por último las tomo como muestra para mandarlas a hacer. ¿A cuánto me dejai la delantera derecha?
-No me sirve pa nah quedarme con la otra a mí. Llévate los dos caliper mejor.
-¿A cuánto?
-Llévate a 20 los dos.
-Te pasaste loco –le contesto casi efusivamente. La alegría de encontrar las jodidas piezas me hizo olvidarme dónde estaba- mira, voy a buscar las herramientas, y vuelvo, ¿dale?
-Dale, me gritai pal segundo (piso), pero te aviso que a las 11 me voy a trabajar.
-OOOOOka, tranquilo, si vuelvo en media hora.
Y volvimos con el Eduardo a mi casa. Nos llevamos dos juegos de llaves, dos gatas, y le ofrecí una comisión para que me ayudara a desmontar rápido las piezas, porque ya era tarde.
Una vez de regreso, nadie nos pescó siquiera. Era como que no existiésemos, o como si siempre hubiésemos estado allí. Los tipos seguían en su esquina, pero ellos en lo suyo, nosotros en lo nuestro. Estábamos más relajados. Tanto, que al Eduardo le dio por poner música en su Lada, a todo chancho. Y si se imaginan algo tipo cumbia o reggaetón, se equivocan medio a medio, pues allí estábamos, en medio de una población peligrosa, con los vigías en cada esquina, con un Lada como taller móvil, sacando piezas de un auto abandonado, para que volviesen a dar vida al mío, con la música de Bach de fondo. Una escena surrealista.
Las mangueras fueron instaladas por mí, y reemplacé los niples. Aprendí como lecciones memorizar bien dónde van las cosas, para no volver a cometer el error, no dar torque como un cavernícola, y a usar buenas herramientas. Una llave mala, deforma la tuerca a la que debes preservar.
Seguí usando a Rogelio.
El humo era cada vez más visible, e intolerable. Pero bueno, no había mecánico.

Mi trabajo en la salud, es inestable. Cuando era un cabro, todo el mundo te vendía el cuento de que encontrabas trabajo “altiro”. La verdad era que empiezas siendo reemplazante, y que para conseguir un puesto, tienes que matar a alguno de los antiguos. Eso significa que si nadie toma vacaciones, ni se enferma, quedas cesante.
Esta inestabilidad, me llevó a irme con pié de plomo con el auto, pues sería un lujo, a la vez que problema, tomar la decisión de abrir el motor, si en un momento, yo me quedaba en el aire.
Conocí los talleres en este corto tiempo, gracias a los amigos, y era una realidad que gente los mandaba por una cosa, se salían de presupuesto, y al final terminaban dejando botado el auto. Y yo no quería eso.
Como dije, mentalmente reparaba ese motor y sus fallas.
Cuando me aburrí que se cayera el tubo de escape, decidí gastar (un riesgo, por la situación laboral que mencioné antes), y me fui a escapes Mendoza, donde el argentino que soldaba, me dijo con puro mirar y oler, lo que tenía el auto.
Mi lista de piezas creció, y comencé a intuir que simplemente, había algunas que no había.
Un día, evaluando y observando, noté que el bloque del motor estaba roto. Me asquié bastante, pues cada vez el auto me daba un golpe mayor.
Después de pensarlo, alguien me sugirió cambiar el motor. No era mala la idea, pues iba a volar. Pero después de comprar un motor de V16 tapa roja, en un período de cesantía (no tuve pega), terminé vendiéndolo por piezas, y de paso, aprendí más sobre motores. Esto fue otro ánimo, y luego de meditarlo, visité al Lucho (el del Forman abandonado), y le pregunté si tenía el motor. Le compré el ensamble en 80 mil, y lo empecé a desarmar.
Me llevé un chasco bastante grande. Muchas piezas estaban hechas un asco. Y también me desanimó el hecho de que el motor era bastante más complicado que el del V16. Tenía cadena, un varias piezas pequeñitas que uno corría riesgo de poner al revés.
Dejé las piezas varios meses tiradas tal como las había desarmado, allí, sobre un cartón.
Mientras, seguí preparándome. Encontré anillos, pero sólo estándar. Basado en la observación del motor, concluí que no había sido abierto, así es que tuve que apostar comprando todo estándar. Encontré de todo, menos metales de bielas.
Los mandé a hacer en Casa Díaz, y observé que adaptaron los metales de un Hyundai Elantra. Me dio mala espina el trabajo que hicieron, pues noté que los orificios de lubricación no estaban muy cristianos que digamos.
No encontré ningún manual de taller útil. Mi búsqueda me llevó a encontrar uno en ruso, idioma que por fortuna, algo sé. Google traductor, y el saber transliterar el cirílico al latino, me permitieron traducir las partes más esenciales, que eran la puesta a punto de la cadena de distribución, y otras de similar índole.
Tan metido en esto estaba, que olvidé algo básico sobre los autos. Un auto también tiene otras partes, iguales de importantes.
El recordatorio de esto, llegó pronto, cuando un día, al girar una esquina, el auto dejó de acelerar.
Aceleraba a fondo, pero se sentía como que “algo rebotaba”, y cuando recién dejaba de rebotar o resbalar, el auto se movía… a 5kmh.
A estas alturas del partido, tenía unos 6 meses con Rogelio, y ya o era un analfabestio del motor. De manera autodidacta, había aprendido mucho, y hasta me había vuelto tuerca. Pero había dedicado mucho al asunto “motor”, y no cachaba sobre el asunto “embrague”.
A pesar de ello, mi intuición me dijo que el problema estaba en lo que conectaba la caja y el motor, y que sin saber qué parte, ni cómo, era falla del embrague.
Esta vez, estaba obligado a visitar al mata-autos.
Como era mi costumbre, tuve que tomar el riesgo de comprar la pieza antes del diagnóstico (mientras tuviese con qué comprarlo, quizá luego malos vientos me iban a cambiar prioridades), y con recelo fui donde el único mecánico que algo conocía de años. Era el mismo que había visto al Hyundai de mi viejo, y no tenía mala fama.
Me dejó meter manos, hacer preguntas, y solucionó en un día el problema (se demoró tanto porque hubo que mandar a rectificar).
Rogelio se portó bien durante un tiempo, pero al mes después, llendo de visita donde mi polola, algo me dijo que mirara el tablero, y ví la temperatura por las nubes. Me orillé, y verifiqué que funcionara el electro. Todo bien. Abrí el depósito de agua… seco.
Lo rellené, y estuve atento. Nada.
Fui con mi polola a comprar, y al regreso, ella me hace notar:
-¿Amor, mira, esa agua está saliendo de Rogelio?
Incrédulo, me agacho, y compruebo que en efecto, estaba fugando. Mil rollos pasaron por mi cabeza. Eran las 23 horas, y el auto fugaba.
Intenté algunos arreglos a base de gotita, pero nada. No les tenía fé, sé bien lo que es la presión, y sé que si el orificio es pequeño, aumenta la presión. Pero bueno, había que tratarlo.
Finalmente, decidí tranquilizarme, y desmontar la pieza en cuestión.
No era una manguera. Era un tubo metálico de refrigeración, el que había reventado. Estaba lleno de calcificaciones, alguien le puso mucha agua de la llave a ese auto, y ahora lo pagaba.
Recordé que tenía silicona gris Loctite, y una cámara de neumático de camión que recogí en San Sebastián en una de las salidas, y le hice, al mejor estilo hospital de campaña, una “venda” de loctite y goma a la zona. Esperé a que “curara” la silicona, y me dieron las 2 de la mañana en casa de mi polola. ¿Había que probar… pero con qué? Me había echado todo el coolant, y no tenía nada ahora. El coolant tiene la ventaja de hervir sobre los 100°C, pero si le ponía agua, esta herviría (en Santiago, por la altura) a los 96-98°C. Hervir, implica vapor, y vapor, implica más presión interna que debía soportar el parche. A todo esto, antes de llegar al área de la salud, estuve en ingeniería. Sí, el medio cambio. Bueno, recuerdo muchas cosas, y recordé algo llamado “calor específico”, por lo que me puse a buscar en google “líquidos caseros de alto calor específico”. Terminé haciendo una mezcla de coolant casero de vinagre y ya no recuerdo qué otras cosas que encontré en la búsqueda.
Una vez reunido el caldo de brujo, dí marcha, y partí soplado a mi casa. Tenía que llegar a mi casa antes que se reventara la reparación, o que se reventara la reparación, y me quedara sin agua. Lo que ocurriera primero. Gracias al cielo, la reparación duró más de lo esperado, un par de días después compré en Indra la pieza, y solucioné el asunto.
Era inevitable. Los autos hablan, pero hay que saber entenderlos. Hay que tener una buena comunicación con ellos, para saber cuándo están avisando que necesitan algo, o se van a quedar botados. En este punto fui consciente de que si seguía dándole a la máquina, sin tomar las providencias, iba a llegar el punto en que o iba a salir muy caro, o no iba a partir más. O ambas una después de otra.
Así que a mediados de mayo, decidí voluntariamente ingresar a Rogelio para que le hicieran, lo que llamé “el tratamiento definitivo”, o “la madre de todos los tratamientos”, zanjar de una vez los problemas.
Reuní todas las piezas que como hormiga había juntado, y partí donde el mecánico más fiable que conocía, ese que ya lo había arreglado de su embrague, y que si bien respetaba la puesta a punto con cadena, se atrevió. Hizo bien su pega, y me dio buena espina.
Para mí, fue someter los nervios a prueba. Tenía un presupuesto, pero durante ese tiempo, no me llamaron del Hospital. Cualquier imprevisto, me mandaría a la punta del cerro mis economías.
Mi primera prueba de nervios, que me tuvo en vilo y hasta me hizo soñar con el motor, fue las medidas del motor. Si no estaba estándar, estaba jodido. Cuando ya estaba abierto, fui donde el mecánico corriendo. Me atendió el segundo mecánico del taller, un brasileño que parece japonés:
-¡¿En qué medida estaba?! –le dije casi en la histeria.
-Sheeeshuuuumaaaadre shimba –al mecánico le encantaban los improperios “en chileno” intercalados con sus palabras en su lengua materna, que no entiendo- o motor do Shkoda nao shtaba shtandard. (Textual cómo lo oí).
Qué cara habré puesto, que casi de inmediato me dice:
-Naaao shimba, nao seu preocupe, era una broma. O motor do Shkoda shtaba shtandard.
Se descubrieron varios cacho en el intertanto.
La culata estaba corroída. Un gasto extra que no había considerado, pues además de rectificar, hubo que soldarla, y soldar aluminio es un caro arte que pocos dominan.
Y bueno, el mecánico era un cabezotas. ¿Recuerdan el bloque roto? Al estar desarmado el motor, descubrimos que se había roto en el pasado, pero que al soldarlo, lo soldaron mal. Había que hacer el trabajo de sacar la soldadura, y soldarlo bien de nuevo. Desde un principio, le dije “quiero cambiar el bloque del motor”, pero siguiendo la Ley del Mínimo Esfuerzo, adujo un montón de supuestas razones mecánicas, que hacían “peligroso” el cambiar de bloque. Tratando de ponerme un ejemplo “entendible”, me dijo:
-Esto es igual que las personas, todos tenemos una cabeza, dos manos, dos pies, pero no todos somos iguales.
-Sí, -le contesté-, pero los motores son fabricados en serie, son exactamente iguales, y este bloque es del mismo tipo de motor, y tiene hasta marcado un número de serie con poca diferencia con el mío.
-No es tan fácil, después quedan martilleos y ruidos, y hay que desarmar de nuevo el motor.
Total, terminó ganando él. ¿Qué iba a hacer? Le ofrecí más plata, y no quiso. No podía colocarle el arma en la sien. Todos hay veces, en que queremos ser por unos instantes, como mafioso ruso, para hacer entrar en razón “por las buenas”, a un cabezotas. Ese fue mi momento… pero cuando pensé que para ser funcionario público, debes ser intachable, se me pasó.

Así anduve con el bloque de 50 kilos, de arriba abajo buscando un soldador de aluminio. No fui donde el rectificador, porque su cotización fue taxativa: “te voy a hacer precio, y te cobro 18 lucas por el centímetro soldado”… ¿perdón?
La situación estaba mala para mí, sin pega hasta quién sabe cuándo, y ahora tenía que separar y volver a juntar un tramo de 15 cm de aluminio… no me quedaba otra que tomar la opción más barata. Un “amigo” me soldaba el bloque por 40, con soldadura eléctrica. Lamentablemente, lo barato sale caro, y le mandó un pinchazo a los pernos prisioneros del bloque.
Si bien en un principio me dio bastante rabia, contra el soldador y el mecánico, al final me salí con la mía. El mecánico ya no tenía excusa para decirme que eso no se podía.
Pescó las piezas, y las mandó a la rectificadora, donde “mágicamente”, dijeron que eran compatibles. Vaya novedad…
Bueno, parecía haber pasado lo peor, pero un día me llamó el mecánico:
-Hay un problema, los metales están mal hechos. El orificio de lubricación no calza.
Total, fui a Casa Díaz, y la solución me dejó bastante disconforme, ya que perforaron al lado del orificio original, y soy un perfeccionista nivel TOC.
No le pedí peras al olmo, y a la vueltecita de Casa Díaz, en una casa de repuestos de koreanos, entré. Tenía una idea.
-Hola, buenas tardes, en qué le puedo ayudar –me dijo un amable caballero del mesón.
-Necesito unos metales estándar de Hyundai Elantra, pero no sé el año ni nada más.
-¿Tiene el padrón? –se vé que estaba esperando una venta rutinaria…
-No; le explico. Necesito los metales para otro auto, y yo los voy a adaptar. Aquí tengo la caja de los metales. Ahí dice Elantra, no sé nada más…
-Ahhhh, tienen el código, no se preocupe, yo se los consigo.
Tecleó el código en su computador, y al rato llegó con los metales.
-$9.990 ¿desea algo más?
-No, gracias, nada más.
-Con el comprobante a caja, y luego retira, gracias.
Salí de ahí feliz. Soy alguien que muchos llaman, por lo menos “raro”. Suelo decir que “hablo con Dios”, y me fui comentando mentalmente “Viejo, así que me estás enseñando cómo arreglar mi propio motor; ahora tendré que hacer de fabricante de metales”.
Tomé la micro en esa esquina donde está ubicada esa Iglesia que siempre atacan en las marchas, y me fui.
Medité mis opciones, y tras analizarlo, el mayor problema que me había topado, era gente que creía hacer las cosas bien, pero que no las hacía bien, y gente cabeza dura, que por creer saberlas todas, no hacía lo que uno pedía. Al llegar a esa conclusión, concluí que no debía ser honesto, y debía fragmentar mis pedidos. Llevaría los metales del Elantra donde un tornero, le diría que le rebajara 2.5mm al ancho (las diferencias entre el metal de biela del Favorit, y el Elantra, son solamente que el del Hyundai es 2,5mm más ancho que el del Favorit, y que el orificio de lubricación del primero, está en el punto medio), y yo mismo haría el orificio de lubricación.
Fui donde el tornero, que inicialmente aceptó:
-¿Y qué son estos?
-Metales de biela…
-Ahhhh, no, yo no puedo hacer esto, tiene que hacerlo en la rectificadora…
-¡Pero si solo necesito que deje esto igual a esto de acho, que le saque 2,5 mm? ¿Tiene un micrómetro?
-Si pero yo…
Lo dejé hablando solo. Caminé calle abajo, a una rectificadora.
-Quiero que deje estos metales del mismo ancho que estos otros
-¿Y quién va a hacer el hoyito?
-Yo mismo
Otra vez cometí un error. Decir la verdad. Otro idiota que no se atrevió, “eso tiene que hacerlo un experto”. Irónicamente me dijo textual: “hay lugares donde se especializan en hacer metales, en Alameda está Casa Díaz, ellos son buenos”. Le dije con una mirada de odio: “Fui a casa Díaz, y no fueron capaces de poner un hoyo en el centro, la rectificadora me rechazó los metales, y cuando reclamé, hicieron un trabajo de pacotilla”. Me retiré.
Mentalmente, tomé nota de un problema mayor. El prejuicio. “El experto”, “yo no puedo”, “ellos sí saben”, etc. A nadie le cabía en la cabeza que una persona perfeccionista, medio Asperger, y media obsesiva compulsiva, pudiese hacer las cosas bien, sin ser “del oficio”.
Fui a otra rectificadora. Esta vez cambié de táctica.
-Hola, buenas, mi mecánico me recomendó aquí, porque hacen bien las cosas, dijo que Uds. hacían exactamente lo que les pedían –vil mentira, mi mecánico nunca dijo eso.
-Dígame, en qué puedo ayudarle –dijo medio inflando el pecho.
-“Mi mecánico” quiere que este metal –dije sacando el del Elantra-, quede del mismo ancho que este otro –esta vez saqué el metal del Skoda.
-Hmmmm, son metales de biela. Oiga, pero falta el orificio de lubricación.
Rápidamente pensé y le dije la respuesta acertada:
-Ese hoyito, lo va a hacer otra persona, que “dijo el mecánico”, que es el mejor perforando de precisión –vaya, acabo de inventar una nueva disciplina: “la perforación de precisión”.
-Ahhhh, ok.
-¿Para cuándo puede estar?
-“No corre apuro” –hice un esfuerzo para no decir “ayer”, pero la hubiese vendido.
-Mire, mañana no trabajamos, pero si empiezo hoy, las tengo el lunes.
-Muchas gracias.
Salí de allí feliz. Maldito auto. Sin ánimos de ofender ni discriminar a las mujeres, era como esa polola loca que todos nos hemos topado en la vida. Esa que barre el suelo contigo, se le pasan los monos, y al rato te hace sentir feliz… para de nuevo, llevarte al precipicio más profundo, al cabo de lo cual, nuevamente vas a la montaña más alta. “Consideraré seriamente ponerle nombre de mujer” pensé camino a casa. Siempre me traía un problema, al cabo del cual estaba feliz de sacarlo de encima… para traer otro problema, y repetir ciclo.
A mi mecánico, no le dije nada. Le dije simplemente que los llevé donde la rectificadora, y ellos iban a igualar los metales. Sobre el orificio, le dije: “lo voy a llevar donde un tipo seco, y perfeccionista, que sé que lo va a dejar en el centro preciso”. Y no mentía, pues estaba describiéndome a mí.
Lunes llega. Metales entregados, salió por 3 lucas.
Llegué a casa, y recordé una técnica ancestral que aprendí de mi profesor de matemáticas, Víctor Manríquez (alabado sea).
Recordé que cuando era adolescente, el nos enseñaba con papelógrafos, que las ecuaciones, tenían dos soluciones: la una era numérica, cuando obtienes un número o exacto, o aproximado, y la otra, era geométrica. En esta última es cuando representas en el plano cartesiano la ecuación, y con compás, escuadra y regla, determinas el punto del espacio, que se corresponde a un número. La solución geométrica es la más fiable, pues te permite darle una solución concreta, a un desarrollo infinitesimal. Es decir, de manera geométrica, puedo establecer el punto Pi, y colocar un alfiler en el punto Pi. Pero aritméticamente, la posición es aproximada e inexacta.
Así es que tomé escuadra y regla, y encontré el centro de los orificios. Y pacientemente, a lo largo de una hora, taladré los orificios de lubricación.
Al otro día, llevé los metales. No dije nada que los terminé yo. Sabía que sin siquiera evaluarlos, iban a decir que estaban malos.
Nadie los objetó, y el motor siguió su tarea de montaje.
Surgieron problemas por el camino. El mecánico no respetó mis indicaciones de que yo quería usar MIS piezas, y estaba armando el motor con las piezas del OTRO motor. Por fortuna, dado a que el asunto de los metales había retrasado los trabajos un mes, tuvo que confesar que se les había olvidado cómo se armaban ciertas partes, y tuvo que aceptar que fuese yo y me metiera en su área. Por fortuna pude aceitar al otro mecánico, que por módicas propinas, me hacía caso a mí en lugar de a su jefe.
El motor, fue armado. Rogelio volvió a la vida. He mencionado sólo los problemas que más sobresaltos causaron, los que más me quitaron el sueño, pero hubo otros, varios y pequeños, que sólo resumiré en la frase del mecánico (el chileno): “no sé cómo podía andar ese auto”.
Las piezas del otro vehículo me ayudaron a sacarle pifias primigenias. Cambié el soporte del motor inferior, que siempre se golpeaba contra los baches, por el del Forman, y comprobé con gusto que el motor quedaba ahora a 15 cm del suelo (ahora entendí sumando la fractura del bloque, mas el hecho de que ese soporte estuviese deformado, y pegado al suelo, que esto fue a causa de un choque frontal). El mecánico se condorió y me perdió los muelles que sujetaban la tapa del distribuidor, pero gracias a Dios, pude adaptar los muelles de un distribuidor del Lada 2106.
Rogelio ahora tiene algunos chirridos, y bueno, qué se le va a pedir, es un auto viejo, pero su motor es cojonudo.

Hace poco pasé una nueva rabia, con una homocinética que se le salió porque perdió la arandela de seguridad, pero en dos horas, con una arandela adaptada estaba reparada en su sitio (es maravilloso que este auto pueda recibir piezas adaptadas de otros nah que ver).

Con lo que aprendí con Rogelio, le agarré el gusto a reparar, y hasta compré un auto más nuevo, para reparar y revender. Es totalmente diferente. Cómodo, no tiene ruidos de cabina. Potente, picador. Sobre todo, tienes repuestos para tirar, originales koreanos. Dirección servo, fácil y maniobrable. Como que dan ganas de vender al viejo Skoda, y quedarse el KIA.
Pero cuando recuerdo que anduve con el bloque roto, el cigüeñal con sobreapriete, que sobrevivió dos calentones sin que se pasara el agua al aceite, ni deformara el motor, cuando recuerdo que luego del ajuste, el motor hizo la ruta a Valparaíso por la cuesta barriga, la Zapata, y regresó a Santiago por Villa Alemana y las cuestas mencionadas, usando sólo ¼ del estanque, se me pasan las ganas, y prefiero quedarme con el viejo, mi Skoda Favorit del 95 :amor:

Espero encontrar a más dueños de estas joyas, sería genial aprender y enseñar sobre eventuales situaciones que pudiesen surgir de nuestros queridos Favorit.
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Choltheuer
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Re: Cómo llegué a un Skoda

Nota por Choltheuer »

Este es un post mas largo que día lunes!

Muy interesante, te felicito por lo expuesto
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Yuri Torres
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Re: Cómo llegué a un Skoda

Nota por Yuri Torres »

Largooo pero muy buena historia


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happyRicardo
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Re: Cómo llegué a un Skoda

Nota por happyRicardo »

Mac Gyver, no puedo negar que me entretuve bastante con tu historia... bienvenido al foro y esperamos conocerte en alguna junta (podrías subir una foto de tu Škoda).


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cuando llegué al foro, me presenté como corresponde :asies: Simply Clever
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Yuri Torres
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Re: Cómo llegué a un Skoda

Nota por Yuri Torres »

Cuando vengas a la costa ven a San Antonio para conocer tu favorit


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mauricio
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Re: Cómo llegué a un Skoda

Nota por mauricio »

Una de las mejores historias que he leído acá en el foro. Te felicito por tu empeño y dedicación. Yo hubiese quemado el auto a la primera.

A medida que iba leyendo las cosas que te pasaron saco en conclusión que, por una parte eras neófito en el tema motores, pero la más recurrente es la escasa capacidad técnica y hasta ética de los mecánicos de barrio que son por lejos los que atienden a la mayoría de los autos viejitos o con más de 10 años.

Hay excepciones por cierto, pero no tuviste la buena fortuna de toparte con ellos simplemente porque estabas entrando en la marca y sin ese conocimiento, es fácil pisar el palito.

Esta historia se una a la de Manterola como una de las más entretenidas.

Espero verte en una junta.

Saludos
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Maedor
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Re: Cómo llegué a un Skoda

Nota por Maedor »

Mac... :bravo: :bravo: :bravo: :oh:, es el mejor post que he leído, lejos. Leí la historia completa por tramos. Me gusta leer cosas bien redactadas y entretenidas, y tu post es muy entretenido. Me dieron más ganas de tener un segundo auto, pequeño, viejo y rendidor, pero no me atrevo porque con cuea se cambiar las ampolletas.
Como te dije en tu presentación, conozco una persona de mi trabajo que también tiene un Škoda como el tuyo, no recuerdo si Felicia o Favorit, pero le voy a comentar sobre ti y tu auto a ver si se anima a meterse en el foro.
Bueno, nuevamente te felicito por tu post... ¿Estás seguro que no eres escritor? :D

Saludos
Mauricio A.
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Brunotelli
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Re: Cómo llegué a un Skoda

Nota por Brunotelli »

Entretenido relato bro !! Ojalá tu Skoda apañe mucho tiempo más.
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Gioxplod
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Re: Cómo llegué a un Skoda

Nota por Gioxplod »

:oh: excelente historia... me trajo recuerdos cuando tuve un fiat 132 2000 italiano, el cual estuvo mas de 13 años en mi familia... cual tuve que vender en ese entonces para pagar una maldita cuota del cae para no irme a Dicom y titularme ... :triste:

no importa, todo sacrificio tiene su recompensa jajaja, saludos!
"Manu"
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hemzar
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Re: Cómo llegué a un Skoda

Nota por hemzar »

Que excelente historia. Entretenida para leer, pero no muy entretenida para vivirla. Pasaste muchas cosas con tu auto, pero lo importante es que aún sigue rodando y espero sea por mucho tiempo más :)
Saludos!


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